A las puertas

… Y dolió. Dolió mucho, dolió demasiado. No era por tener que empezar de nuevo, ni por tener que volver a marcharse, ni  siquiera por ver cómo sus sueños se alejaban otra vez.

Era por la sensación de haberlo dado todo, y que no hubiera sido suficiente, por haberse quedado a las puertas.