14 de mayo

Aquel 14 de mayo iba a ser el último “aniversario” que iba a recordar, antes de volver a poner todos sus esfuerzos en alejarse y dejar de pensar en Ella de una vez por todas. Porque, salvo un beso interrumpido que se dieron un mes después en la piscina, aquel 14 de mayo de 2023 fue la última vez que estuvieron juntos, la última vez que Ella entró por la puerta de su casa, la última vez que se entregaron por completo el uno al otro.

Las lágrimas que Ella dejó calladamente en su almohada ya presagiaron que algo se rompía, que se iniciaba una cuesta abajo de la que nunca se recuperarían, que aquella historia había llegado a su fin. Y aunque mantuvieron las formas un tiempo, un silencio desgarrador se fue colando por las rendijas hasta llenar por completo el espacio entre ellos. Día tras día, semana tras semana, mes tras mes, hasta convertirlos de nuevo en dos extraños con recuerdos, dos extraños que en las pocas ocasiones en que coincidían eran incapaces de dejar de mirarse, de dejar de desearse, pero también incapaces de hablar.

Así que sí, se iba a permitir recordar aquel 14 de mayo durante toda la jornada en la que además, no tenía que trabajar. Porque aquel 14 de mayo fue en día en que Ella decidió que no estaría nunca mas con él, convirtiendo aquella fecha en el mejor-peor día de su vida.

Y, para colmo, fue domingo.

Presión

Había pasado toda la semana como un zombi, esforzándose por no pensar, por no sentir, por no vivir,intentado zafarse de aquella presión en el pecho que le robaba el aire y le impedía sonreír. Pero era sábado noche, y después de haber estado todo el día solo, no quería meterse en la cama con aquella sensación de derrota y de abatimiento. Así que agarró los auriculares, se sirvió un vaso bien largo de bourbon y se sentó a contemplar la ciudad en la noche.

No pudo evitar buscar con la mirada aquellas luces de navidad que tantas veces había contemplado en el balcón de un vecino, y que tanto le habían consolado y animado a mantener una mínima esperanza, una chispa de ilusión. Pero ya no estaban.

Aquellas luces, como tantas cosas en su vida, como tantas palabras y promesas, hacía meses que estaban apagadas.

“I don’t believe you”

Estaba ya metido en la cama cuando reparó en una notificación de una de las apps de almacenamiento de fotos de su móvil, la típica de “hoy hace un año de…” Y de entre las fotos y memes que se habían guardado en la app doce meses antes, destacó una foto de Ella, concretamente de su outfit, porque aunque no se le veía la cara, podía reconocer aquella figura, aquel ombligo y aquella mariposa tatuada entre un millón de personas. El caso es que le extrañó tener aquella foto, y no se le ocurrió mejor idea que la de entrar en el chat privado que compartían y volver a los mensajes que se habían cruzado justo un año atrás, para ver si se la había enviado Ella. Y claro, fue un grave error…

La foto estaba allí, era su outfit para las cañas. Y también estaban sus mensajes anunciando que llegaba a su casa y asegurándose de cuál era el piso, y entonces recordó que aquel día habían estado juntos, que habían hecho suplicar piedad a su cama, que se habían tomado las cervezas después, que se habían escrito a lo largo de todo el día, que se pensaban el uno al otro sin poder evitarlo.

Y mientras hacía fuerza por contener las lágrimas, de entre las 241 canciones que había en la playlist, salió aquella de P!nk que decía “I don’t believe you”, y se le cayó el mundo encima. Porque como había leído apenas un rato antes, las personas son lo que hacen, no lo que dicen.

Ibuprofeno

No había tenido mucha resaca, teniendo en cuenta que había sido el padrino en una boda que duró más de trece horas, y había brindado con cerveza, vinos, cava, gin tonics y más cervezas al final. Y sin embargo, se sentía aplastado por la resaca emocional: porque al carrusel de emociones propio de una boda, de la familia con la que se reencontró después de años, de charlas, bromas, risas y llantos con gente nueva y vieja en su vida, tenía que añadir el estacazo que se acaba de llevar de alguien que, en realidad, había demostrado que no merecía la pena. Y luego estaban Sus mensajes. Aquellos mensajes que parecían querer decir mucho pero que no decían casi nada, y que le dejaban tan impotente y bloqueado que casi necesitaba gritar y romper cosas. Porque responderle y decirle cuánto le habría gustado tenerla allí a su lado, ya no era una opción.

Así que si los domingos ya eran una mierda de por sí, aquel domingo le estaba resultando especialmente mierdoso. Porque la maldita resaca que tenía no se quitaba con un ibuprofeno.

Testigo

Pues no, levantarse para ir a hacer de testigo del amor entre dos personas no era el mejor plan para alguien a quien acaban de despachar un día antes sin motivos ni explicaciones después de haberle hecho sentir especial durante un par de semanas. Por no hablar de cómo la relación con el amor de su vida se había convertido casi en “contacto cero”, como decían ahora los niñatos en redes sociales.

Pero así era la vida, así era su vida: asentar el chaqué, ajustar el nudo de la corbata, grabarse a fuego una una sonrisa fingida y ocultar que estaba triturado por dentro.

Perplejo

Tal y como se había imaginado desde un principio, aquella nueva luz que había aparecido de la nada se había apagado de repente y sin explicación, dejándole perplejo y sin saber de qué lado le había llegado volando el hostiazo.

Y aún así, había logrado sacar varias cosas en claro: la primera, que tenía que volverse mucho más duro, desconfiado e insensible; la segunda, que aunque aquel camino se hubiera cortado de repente, no tenía sentido volver atrás; y la tercera, una maldita canción que no dejaba de martillearle y que debería haber descubierto por Ella, y no por alguien sin importancia.

Fantaseando

Aún podía recordar cómo un año casi un año y medio antes él se dedicaba a fantasear, después de cada vez que se despedían con un beso en la puerta de su casa, imaginando que Ella sería su acompañante en la boda en la que él iba a ejercer de padrino.

Ahora, a apenas treinta y seis horas de la ceremonia, le dolía asumir que ya no mantenían contacto apenas de ningún tipo, y que no lo iban a volver a mantener. Pero si lo pensabs fríamente, le dolía mucho más recordarse a sí mismo sonriendo con cara de imbécil, fantaseando con que tenía algún tipo de futuro con Ella.

Renacido

Que le preguntasen qué tal le había ido el día; que volviera a vibrar el móvil y se encontrase una canción dedicada para él; que tuviera que volver a planear todos los detalles para una tarde perfecta; que las horas se pasasen volando entre risas, cotilleos y reflexiones; que las manos se rozasen apenas en el paseo improvisado; que se inventasen excusas estúpidas para demorar el momento de la partida; que volviese a sentir el tacto de unos labios suaves y delicados sobre los suyos; que revoloteasen de nuevo mariposas en su estómago y no pudiera borrar una sonrisa bobalicona de su rostro; que llegase a casa como flotando con alas en los pies y aquella nueva canción maravillosa retumbando en su cabeza.

Que por fin la vida se apiadase un poquito de él y le ayudase a rellenar el tremendo vacío que Ella le había dejado; todas y cada una de aquellas cosas le parecieran una auténtica bendición, que gracias a una nueva luz se sintiera como renacido.

Al final

Pues sí, se reafirmaba en lo que había escrito el día anterior, ¿por qué todo en su vida tenía que ser tan jodidamente complicado? Porque momentos como estar sentados en los extremos de una mesa de un restaurante, que sonase una canción en particular y que ambos se mirasen el uno al otro durante una eternidad, diciéndose si recordaban la canción sin necesidad de mover los labios siquiera… Eran como escenas de una película, era algo fuera de lo normal, era el puto hilo rojo, eran ellos dos.

Pero, al final, eran solo momentos. Porque, al final, él tenía planes para aquella tarde de domingo, y no eran con Ella.

Encrucijada

Iba a ser un día complicado. Por la tarde, se iba a plantar delante de aquel nuevo y brillante camino que se estaba abriendo ante él para tratar de vislumbrar si era tan brillante como parecía, y si le iba a merecer la pena hacer el esfuerzo de romper con todo y avanzar por él. Pero justo después se iba a encontrar de nuevo con el mismo Camino de siempre, el que había soñado con transitar durante décadas, el que había podido recorrer al fin antes de verse apartado de golpe al arcén, para decidir si tendría el coraje y la determinación de dar media vuelta y caminar en otra dirección de una vez por todas y sin mirar atrás.

Dos caminos opuestos, una encrucijada en la que, hiciera lo que hiciera, se iba a dejar una parte de sí mismo, mientras se preguntaba una vez más por qué tenía que ser todo en su vida tan complicado.